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QUEMAR BANDERAS Y FRATERNIDADES

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Foto: abc color. Fecha: 15 de mayo de 2008

 

 

Desde hace décadas Brasil es, para los paraguayos en general, motivo de alegría, de música al ritmo de samba, de goles increíbles de parte del dúo Ro Ro o del memorable Pelè; además de ser, para la ínfima clase media paraguaya, encanto de sus playas en Camboriú y Santa Catarina. Sin embargo, desde que la oligarquía brasileña le puso el dedo de morir a Ciudad del Este, también Brasil se convirtió en constantes motivos de controles, represiones y persecuciones a los sacoleiros paraguayos en el puente de la amistad.

Memorables fueron los encuentros que intermitentemente sostuvieron dirigentes del Movimento Sem Terra (MST) de Brasil y dirigentes sociales paraguayos (como los de la FNC u otras organizaciones) No hace mucho se realizó el Foro Social Del Mercosur en Curitiba, donde la delegación paraguaya fue felicitada y agasajada por los anfitriones brasileños. Siempre el pueblo brasileño fue solidario con el paraguayo, ese pueblo que era tan descalzo y dolorido como lo es hasta ahora el paraguayo. Tanto en Brasil como en Paraguay los campesinos eran perseguidos por la misma oligarquía y los mismos terratenientes. Así, los tenebrosos capangas eran conocidos en ambos países. No fue el pueblo brasileño el que mataba a paraguayos, era la oligarquía nacida en ese país; pero renegada a los auténticos intereses nacionales del Brasil; que son los de su pueblo campesino y de los que luchan por defender el Amazonas. Esos intereses que gente como Chico Mendes, Paulo Freire o Leonardo Boff defendieron y defienden, por citar algunos de los más destacados héroes civiles de Brasil.

La solidaridad con Paraguay, de estos verdaderos patriotas brasileños, siempre fue muy grande, como la del historiador Julio José Chiavenato, quien en su libro “Genocidio Latinoamericano” expone claramente los crímenes que cometieron contra Paraguay los oligarcas brasileños del siglo XIX.

Recordando toda esta solidaridad, todo ese cariño y aprecio inmenso hacia nuestro país, duele ver que, en un aire de confuso patriotismo, unos humildes compatriotas quemen la bandera por la que luchan tantos amigos y hermanos brasileños. Duele, porque un país y un pueblo no se construyen con el odio hacia otro pueblo. Se comprende porque por décadas los capangas condenaron a la muerte, al destierro y al exilio a tantos campesinos paraguayos. Se comprende, porque por años el portugués brasileño fue sinónimo de opresión y terror para muchos compatriotas. Pero lo que no se quiere recordar o no se entiende es que los oligarcas de Brasil solo hicieron lo que los oligarcas paraguayos le autorizaron; al final, la responsabilidad es de la oligarquía paraguaya, no del pueblo brasilero y mucho menos de su bandera.

Pero en Paraguay soplan nuevos vientos, las clases privilegiadas de Paraguay se cansaron de la tutela de Brasil y por eso no dudaron en apoyar a un presidente de “izquierdas”. Así los medios comerciales iniciaron su campaña para apoyar la liberación del imperialismo brasileño. Pero en esa campaña se perdió el norte y se llegó al extremo de apoyar el mayor símbolo de xenofobia: La quema de una bandera de un pueblo fraterno. La mayoría o la casi totalidad de los medios no titubeó en destacar como estampa paraguaya la quema de la bandera brasileña.

¿Ese es nuestro símbolo de liberación nacional? ¿De refundación del Paraguay? ¿Acaso eso nos hace más paraguayos? ¿Será que con quemar esa bandera desterraremos los vicios del clientelismo político, del egoísmo exacerbado, de la ignorancia idolatrada, de la mediocridad institucionalizada? ¿Será que esa bandera tan amada por tantos hermanos debió pagar todas las fallas y todos los crímenes que unos pocos paraguayos provocaron a la mayoría de los paraguayos?

Esa es la pregunta que todos debemos hacernos.

Alejandro Sánchez

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