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El Golpe De Estado De Stroessner

La noche del 3 de mayo de 1954

 

El Paraguay andaba a los tumbos. Todos los comprometidos en la asonada creían que con un “golpe de Estado” podrían reencauzar los senderos de la República a través de un nuevo llamado a elecciones generales. Movidos por ese afán, los conjurados llevaron adelante lo pactado, mas ninguno pensó siquiera que el jefe de los complotados, Alfredo Stroessner, se tenía muy bien guardadas (en el más preciado secreto) sus verdaderas y trazadas intenciones.


Mario Ortega, con Stroessner.

Reinaban las intrigas, las traiciones, los intereses y las confrontaciones que generaron un marco propicio para considerar la alternativa que necesariamente desembocaría en un golpe militar.

En 1954, el Partido Colorado llevaba ya 7 años en el poder. Accedió a él gracias al “golpe de mano” (autogolpe, muy de moda por entonces) del presidente Higinio Morínigo, el lunes 13 de enero de 1947, quien decidió apoyarse definitivamente en la ANR y en algunos comandantes militares de raigambre colorada como el Tte. Cnel. Enrique Giménez (Caballería) y el Tte. Cnel. Rva. Rogelio Benítez (Policía), como consecuencia del abandono político realizado por los demás partidos, generando el “vacío” para aquella frágil y efímera “primavera democrática” alcanzada entre todos los sectores en 1946, que no duró más de 6 meses.

Esta elección unipartidista de Morínigo generó profundas desavenencias en la vida nacional, desembocando posteriormente en la revolución del 8 de marzo de 1947, donde finalmente los gubernistas terminaron por derrotar a los “revolucionarios libero-franco-comunista”, movimiento nacido en la ciudad de Concepción. A partir de ahí, Morínigo pasó a ser un títere de los militares colorados triunfantes, en su mayoría del arma de Caballería, siendo depuesto el 3 de junio de 1948. En lo sucesivo, pasaron por la Presidencia de la República los colorados Dr. Juan Manuel Frutos (presidente del Poder Judicial), Juan Natalicio González (por votaciones), Gral. Raimundo Rolón (golpe), Dr. Felipe Molas López (Cámara de Representantes) y Federico Chaves (golpe y elecciones).

FEDERICO CHAVES

En enero de 1949, el presidente constitucional Natalicio González deja inconcluso su período de gobierno al ser reemplazado por Raimundo Rolón. Luego, este es depuesto y suplido por el Dr. Felipe Molas López, obligado a su vez a renunciar por un grupo cívico-militar del ala democrática del Partido Colorado. Federico Chaves es ungido para completar el periodo presidencial del electo y desplazado líder del guionismo, Natalicio González, y en 1953 fue elegido por las urnas para un nuevo periodo presidencial. En sus casi 5 años de gobierno, “Don Federico” demostró mucha bondad personal, siendo por ello muy permisivo, situación propicia para las triquiñuelas políticas. Entonces sobreviene la indisciplina general (orden subvertido), transformándose en anarquía, inflación galopante y el gobierno de la República dirigido por la novia del longevo presidente Isabel Vda. de Vallejos, quien llevaba las riendas de la nación. Todo esto terminó por minar la paciencia de muchos sectores, entre ellos el militar, del cual Chaves no era comandante en jefe porque prefirió delegar tal función en un “profesional uniformado” de mayor antigüedad en su graduación: Alfredo Stroessner. Fue el error fatal cometido por exceso de confianza.

Las aceleradas degradaciones gubernamentales generaron un caos administrativo en la República porque el presidente “ya no mandaba”. No tomaba medidas concretas de fondo, más que algunas formalidades muy superficiales. Esta situación era el caldo de cultivo ideal que justificaba las intenciones por quebrar la institucionalidad del país de cualquier rebelde antojadizo. En consecuencia, la oportunidad estaba dada para pensar, planificar y ejecutar un golpe contra la situación imperante.

EL GOLPE

TCnel. Rva. Mario Benito Ortega, Comdte. del Bat. 40 y jefe de Policía en 1945.

Ya la desconfianza ganó la calle y a los distintos organismos del Estado. El ambiente áspero por las intrigas a granel, delaciones inventadas, dimes y diretes y reservistas militares politizados con poderes extralimitados terminó por exasperar a Chaves, quien puso en duda la lealtad de Epifanio Méndez Fleitas, por lo que resolvió confinarlo –como castigo– a su pueblo natal (San Solano), el 4 de enero de 1954. Los “isabelinos”, Cnel. Néstor “Necho” Ferreira (comandante de la Caballería), Rosa Agustín González, Hilario Gómez y otros, quienes influenciaron en “Don Federico” para desplazar del partido y del gobierno a esclarecidos colorados calificados de “antipáticos” para el entorno presidencial, un pequeño círculo de acomodados burócratas repletos de privilegios, pretendieron purgar políticamente al partido en una especie de “autogolpe chavista”, separando de él a los elementos de peso, independientes y con ideas propias, que por sí solos competían con gravitación natural en contra de los abyectos y oficialistas “chavistas-isabelinos”.

En consecuencia, Federico Chávez ordenó separar de sus cargos públicos para alejarlos del gobierno y del partido al Arq. Tomás Romero Pereira (ministro de Obras Públicas y titular de la Junta), Epifanio Méndez Fleitas (presidente del Banco Central y miembro titular de la Junta), Dr. Guillermo Enciso Velloso (ministro de Hacienda y vicepresidente de la Junta), Cnel. Esteban López Martínez (jefe de la Policía de la Capital), Juan Manuel Santander (jefe de Investigaciones), Teodoro Salvador Mongelós (funcionario público, poeta y amigo de Epifanio), entre otros, fueron “tachados” por los obsecuentes que rodeaban al presidente Chaves.

Pero no todo fue acierto; hubo errores en las acciones. En esta movida del tablero, increíblemente, conservaron en sus puestos a muchos como al Gral. Alfredo Stroessner (comandante de las Fuerzas Armadas, delegado), al Cap. Alberto Fragnaud, al Cap. José María Argaña, al mayor Mario Benito Ortega y a Roberto L. Petit (nuevo jefe de Policía). Estos, siempre muy cercanos al presidente, superaron la suspicacia reinante en el ambiente político-militar y, sin embargo, muchos de ellos protagonizaron diferentes golpes y autogolpes en detrimento de Chávez y su entorno.

MEMORIA


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“En la trama golpista, jamás se consideró la posibilidad de su presidencia, ¡Nunca!, porque de haberlo manifestado, o por lo menos insinuado, no hubiéramos desarrollado ningún plan militar. Tampoco me prestaría para ello, ni mi domicilio para la reunión y mucho menos para elaborar las probabilidades o contingencias de una acción relámpago. Recién después del éxito golpista sacó a relucir sus ocultas garras, volviéndose un obsesivo por la presidencia y, para ello, fue Epifanio el artífice, porque le dio el gusto activando en pro de su obcecación y mediante su encomiable trabajo político logró imponerlo como candidato entre los colorados y la ciudadanía, a pesar del gran rechazo y las encolerizadas oposiciones que generaba su figura. Al lograr Stroessner su propósito de ser presidente, tampoco pensaríamos que todos los comprometidos en el golpe seríamos blancos de su ilimitada ira”. Testimonio del mayor DEM (SR) Virgilio Candia Romero.

Mañana: Los amaneceres del 4 y 5 de mayo de 1954.

alcandia@abc.com.py

 

 

 

 

Los amaneceres del 4 y 5 de mayo de 1954

 

Los amaneceres del 4 y 5 de mayo de 1954

Hoy se cumplen 53 años del golpe militar en el cual afloró la intención de Alfredo Stroessner de ser presidente de la República. Arrestado el mayor Candia, por orden de Federico Chaves, el golpe se descubría. Ortega decididamente salió a las calles a ejecutar el plan para salvar el pellejo; de lo contrario, todos los complotados se incineraban como en una gigantesca hoguera. Como fue su costumbre, la gestión de Stroessner solo se redujo a observar los acontecimientos desde el Comando en Jefe, a recibir impresiones y escuchar sugerencias para actuar convenientemente de acuerdo a la coyuntura.


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Una amistad cada vez más sólida. “Epi es tomado del brazo del general y presidente Juan Domingo Perón, en la Casa Rosada, en 1953”.

Stroessner, una vez obtenidas las adhesiones de las distintas unidades y apresado el presidente Chaves por el Gral. Marcial Samaniego, director del Colegio Militar donde “Don Federico” fue a refugiarse, se consideró victorioso y emergió públicamente como jefe de la revuelta. Así, cualquiera...

Ya era vox pópuli que un golpe se venía. Afloraba el cambio como producto de una necesidad ciudadana. Don Federico Chaves debería ser sustituido para intentar una recuperación institucional y una marcha orientadora hacia el desarrollo e integración de la república.

EL GOLPE ESTABA EN MARCHA

Federico Chaves consideró que su “medida correctiva” de purga (autogolpe) estuvo acertada, mas no pensó en la infidelidad de su “comandante derivado” Alfredo Stroessner, quien, paralelamente, ya estaba gestando una silenciosa y planeada conspiración utilizando hombres clave de la estructura militar del Ejército. Estaría, gracias a sus amigos, a punto de dar un contragolpe, una antigua ambición íntima.

Noche y día, en sus fueros íntimos, Stroessner apuntaba al poder y sigilosamente complotaba en la ciudad capital. Las reuniones secretas se realizaban en el domicilio del Cap. Virgilio Candia, a la sazón comandante del RC 3, y de ellas participaban el Tte. Cnel. Mario Benito Ortega, comandante del célebre Batallón 40; el comando en jefe Alfredo Stroessner y el dueño de casa.

Se trataba de una conspiración puramente militar. Con Epifanio Méndez Fleitas, solo se tomaba contacto epistolar a través de su amigo Ortega, ya que se encontraba “internado” en su pueblo, cumpliendo castigo por las últimas decisiones de “Don Federico”. Epifanio era el único soporte civil y político con que se contaba para el contragolpe y un eventual éxito de la asonada castrense. Después confirmaría por completo su relevante protagonismo al encumbrar a Stroessner a la primera magistratura, mediante sus habilidades políticas.

LOS TEMORES DE STROESSNER

Sin embargo, con lo avanzado del proyecto, Stroessner, a cada instante, manifestaba sus dudas y temores. No se animaba a llevarlo a cabo. Por ello dilataba su ejecución una y mil veces originando el desagrado de los complotados. Finalmente, persuadido, a duras penas, resolvieron ejecutar el plan, como sea, en marzo.

A días del operativo, acometido por sus vacilaciones, peligrosamente lo volvió a suspender, generando la irritación de sus camaradas. Estas dilaciones minaron el ánimo de los dos comprometidos (Candia y Ortega), quienes al unísono expresaron: “La péicha jahárõ, jajepilláta hína”.

Y así fue. Las temidas sospechas se concretan en la noche del 3 de mayo. El comandante de la división de Caballería Néstor Ferreira, por orden de “Don Federico”, ordenó el apresamiento del comandante del RC 3 Virgilio Candia, lo que motivó la acción inmediata de su camarada, precipitando los hechos.

Ante la grave situación presentada, afloraron las agallas de Mario Benito Ortega, quien reaccionó y, resuelto, tomó las calles a las 20:00 del día siguiente, acompañado de su batallón. Al tomar la compañía telefónica, pone a Stroessner en conocimiento de lo realizado con el fin de obligarlo a dirigir su propio movimiento. La decidida tarea de Ortega y las adhesiones de las otras unidades determinaron el desenlace de los acontecimientos ya que no titubeó un instante en accionar como hacía tiempo estaba previsto, aunque se retrasaba en exceso por los frecuentes temores del jefe.

A pesar del coraje de Ortega tomando la policía y la telefónica, el comandante en jefe Alfredo Stroessner seguía sumiso en la retaguardia, inmerso en sus dudas, mientras los otros protagonistas directos consumaban los hechos victoriosamente.

Al amanecer del 5, recién cuando el terreno de operaciones estuvo allanado y se volvió seguro con la acción por parte de Ortega y otros camaradas, afloró su figura sin riesgo alguno, apareciendo ante la ciudadanía y el mundo como el gran triunfador del movimiento.

LA SENTIDA MUERTE DE ROBERTO LUIS PETIT BARÚA

Durante el golpe, Roberto L. Petit fungía de nuevo jefe de Policía. Era una promisoria figura del Partido Colorado, muy apreciada y amigo de todos, y muy especialmente de los románticos y soñadores. Su entrañable amigo Mario Benito Ortega, jefe del famoso Batallón 40, poeta, guitarrista y “cantador nocturno”, precisamente le había ofrendado una serenata en la madrugada del 3 de mayo, pero al no encontrarse en su domicilio debido a un viaje al interior, entonces Mario Benito dedicó la serenata a la madre del joven político.

Minutos después de concluida la expresiva velada, llegaba Roberto L. de regreso a su domicilio, siendo recibido por su eufórica madre, quien le comentó: “Acabo de deleitarme con una hermosa serenata que te trajo tu amigo Mario Ortega y, como no estabas, me dedicó en tu nombre”.

Es importante recordar este acontecimiento por las especulaciones que se han propalado respecto de la muerte de un entrañable compañero. Por malicia política, necedad y falta de información, se ha tergiversado lo acaecido.

Es bueno advertir la sólida amistad entre ambos. Su muerte ha sido muy sentida y fue fruto de la refriega en la toma y retoma del Cuartel Central de Policía.

Epifanio Méndez Fleitas, en su plenitud política. Luego fue perseguido tenazmente por Alfredo Stroessner.

Algunos policías y guardiacárceles que se encontraban en el penal (en aquel momento detrás de la Catedral) durante el ataque, escucharon los disparos y, presurosos, acudieron al apoyo de sus compañeros. Quisieron retomar el cuartel desde la plaza porque el Batallón 40 ya lo había ocupado y en esa balacera, tanto Petit como el subjefe Ramón Caballero Zavala cayeron heridos. El mismo Ortega, que se encontraba a dos cuadras dirigiendo el operativo, al recibir el informe de los sucesos, se abrió paso para socorrer al amigo. A pesar de la tardanza para un auxilio, este ordenó su inmediato tras lado a un centro asistencial, pero camino al Policlínico Rigoberto Caballero, Roberto Luis murió desangrado por el balazo de una ametralladora recibido en la axila derecha.

STROESSNER INSISTÍA EN SER PRESIDENTE

Después del contundente éxito logrado, al día siguiente del 4 de mayo, Stroessner ya no ocultó su desvergonzada ambición. Le traicionaba el subconsciente, expresando a sus camaradas la necesidad de modificar el plan primigenio, cual era el de convocar a elecciones generales. Señalaba repetidamente: “Para qué vamos a dar a otro si nos sacrificamos nosotros poniendo en riesgo nuestras vidas”. ¡Qué desfachatez! Una simplista reflexión y antipatriótica conducta que pisoteaba los verdaderos objetivos de la revolución. Anhelaba desmedidamente ser ungido presidente, sin más trámites ni pérdida de tiempo. Todos (Méndez Fleitas, Candia y Ortega) contuvieron su empeño, oponiéndose con determinación a tales intenciones, porque se apartaba sideralmente de los ideales y fundamentos de la sublevación.

La unánime negativa a los propósitos de Stroessner (mantenidos hasta entonces en silencio) fue motivo suficiente y principalísimo para “marcarlos” y tenerlos en persistente ojeriza que alimentó la posterior persecución inmisericorde que sufrieron los tres integrantes del “grupo auroral”, desde que se apropió unipersonalmente al poder el 21-XII-55 hasta su providencial caída del día sábado y domingo, 2 y 3 de febrero de 1989.

MEMORIA

“En las reuniones que hacíamos en mi domicilio, solo hablábamos Ortega y yo. Stroessner se remitía a consentir o desaprobar con monosílabos una idea, plan o proyectos profesionales. No aportaba nada interesante, era pura vaguedad, pero cuando descansábamos y dialogamos de “bueyes perdidos” cobraban un impulso inusitado sus ansias de comunicación. Le gustaban las tonterías, los juegos de barajas, los casos de mujerzuelas, el chismerío, la hacienda del vecino y toda esa literatura de la vida mundana o de baja ralea que demostraban por sí solos los quilates de nuestro jefe”. Testimonio del mayor DEM (SR) Virgilio Candia Romero.

Mañana: Las negociaciones del 6, 7 y 8. (Final)

alcandia@abc.com.py

 

 

 

 

Las negociaciones del 6, 7 y 8 de mayo de 1954

 

 

Obtenida la victoria, se producen posiciones encontradas entre el Partido Colorado y los militares triunfantes, ante las intenciones de Stroessner de imponerse inmediatamente como presidente provisorio. Esta situación obligó a negociar los antagonismos entre el rubio militar y el partido renuente. Es aquí donde adquiere relieve la figura de Epifanio Méndez Fleitas como soporte político para catapultar al cada vez más ansioso Alfredo Stroessner, ya visiblemente baboso por la silla dorada. En esta nota exponemos los detalles del acuerdo conseguido y las posteriores elucubraciones del nuevo presidente que le per mitieron conseguir su “tranquilidad” para gobernar.


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Las primeras disidencias se producen entre Stroessner y sus compañeros de campaña Mario Benito Ortega, Virgilio Candia y Epifanio Méndez Fleitas. Estos tres últimos fueron artífices del movimiento golpista con el fin de restaurar la institucionalidad perdida a causa de los malos manejos por parte de la “camarilla isabelina” del presidente depuesto Federico Chaves. El partido había aceptado la renuncia de Chaves y debatía sobre su posible sucesor. “Don Rigoberto” expresó que no había mucho que discutir, que el cargo naturalmente correspondía al presidente del partido, Tomás Romero Pereira. Pero las ocultas intenciones de Alfredo Stroessner contravenían el ideal del “grupo auroral”. Por otra parte, el Partido Colorado, integrado por figuras relevantes como Tomás Romero Pereira (Pdte.), Rigoberto Caballero (Vice Pdte), Fabio Da Silva, Pastor Filártiga, Enrique Zacarías Arza, entre otros, se mostraba reacio a la posibilidad de que un militar golpista llegue a la presidencia (de facto) de la república, porque había un acuerdo tácito en la dirigencia partidaria de que nunca más fuese ungido un militar.

Apegados a la legalidad, los tres protagonistas de la victoria deseaban llamar a elecciones generales para así reencauzar la marcha del país. Nada más lejos de los omisos planes de Stroessner, quien deseaba convertirse en inmediato presidente provisional porque temía que, pasado un tiempo, las cosas cambiaran para él y sus intenciones.

EPILOGO DE UN ASPERO ACUERDO

Ya cuando las tratativas arribaron a un punto de inacción resultante de la fricción entre las partes, se produce la siguiente conversación entre el intransigente y aprensivo comandante y Méndez Fleitas:

Stroessner: “Yo no valgo para desenvolverme en un gobierno constitucional, en uno de facto sí porque no existe tanto formulismo. Tres meses es mucho, en tres meses pueden ocurrir muchas cosas. Para algo debe servir que hayamos triunfado…” tratando de ejercer presión sobre la posición partidaria. A lo que Epifanio responde desencajado: “…pero ¿tú crees que esto es un botín de guerra? Si es así, no vale la pena discutir, parece que tú no comprendes que es de tu propia conveniencia la posición del partido, que también merece consideración de tu parte”.

Stroessner se incorporó mudo y vacilante caminó unos pasos, evaluando las desventajas de una resistencia por su parte. Luego se acercó y pidió los detalles del posible acuerdo y sin más preámbulos aceptó. Así el Partido Colorado mantuvo indemne su principio de autoridad, adjudicándose la dirección política de la nación que hacía días estaba sin timón. El comandante en jefe tuvo que aceptar gobernar con el Partido Colorado para cumplir con el periodo que correspondía a “Don Federico”. Por consiguiente, fue superada la crisis que duró del 3 al 8 de mayo, día en que asumió la presidencia transitoria el Arq. Tomás Romero Pereira.

Ante una presentación de armas durante la formación, Virgilio Candia y Alfredo Stroessner pasan revista en 1955 a la disciplinada tropa de la Caballería.

DETALLES DE LAS NEGOCIACIONES

a) Presidencia provisoria para el jefe del partido Tomás Romero Pereira. Duración: 3 meses

b) Comandancia de las FF.AA. para Alfredo Stroessner

c) Cuotas de reparto conjunto de Ministerios

d) Preparación de las elecciones generales con Stroessner como único candidato

e) Fecha de “asunción democrática” al mando, 15 de agosto del mismo año.

LOS ATAJOS DE UN CAMALEON

Después de asumir Stroessner “democráticamente” la presidencia el 15 de agosto, el ambiente político debía recomponerse porque el Dr. Guillermo Enciso Velloso se hallaba defenestrado, Rigoberto Caballero semi rretirado a la vida civil, el Dr. Roberto Luis Petit muerto, Federico Chaves derrocado y enconado. Entonces, Epifanio Méndez Fleitas adquiría gran relevancia, siendo la figura representativa del partido. Los comandantes Mario Benito Ortega en la Policía y Virgilio Candia en la Caballería igualmente eran protagonistas superlativos de la vida castrense. El comandante Stroessner no veía con buenos ojos el prestigio de estos hombres que demostraron esfuerzo, amistad y patriotismo por lo que urdió un plan para desembarazarse de todos aquellos que pudieran interponerse en su camino rumbo a la autocracia. Para él, la gratitud hacia los demás nunca existió, razón por la cual comenzó secretamente a desarrollar un autogolpe con oficiales subalternos de Caballería en abierta violación a la disciplina institucional y militar, quienes sobrepasaron la autoridad de sus inmediatos superiores (comandos). A Stroessner le importaba un comino la verticalidad, el orden y la conducta, destruyendo todo cuanto encontraba a su paso. Así halló el eco favorable en oficiales como los capitanes José María Argaña, Roberto Cubas Barboza, Andrés Rodríguez, Sixto Duré Franco, Amado Solís, Julio César Palacios y otros que se prestaron sin reservas para conjurar y generar una crisis que desembocó en el “puts ch” del 21 de diciembre de 1955, donde el autogolpe de Stroessner con la adherencia traidora del Arq. Tomás Romero Pereira exigían la remoción del comandante y subalternos leales. Con esta estrategia “barrió” al mayor Virgilio Candia, el primero de los tres indeseables. Una vez logrados sus propósitos, el rubio general se cortó solo hacia la meta final. Mas tarde, Méndez Fleitas y Ortega serían exiliados por causas ficticias, creadas por la mente dislocada del Presidente.

FRASES CELEBRES DE LOS ATRIBULADOS 35 AÑOS

* Años después, en 1957, en rueda de amigos, le preguntarían a Stroessner cómo fue que ocurrió la insubordinación en la Caballería. Muy orondo y sacando pecho contestó en tercera persona: “la ‘crisis de comando’ fue el plan de la hiena”. Por ello, Ortega en el exilio tituló sus memorias “Por las huellas de una hiena” donde narra todos los pormenores de las distintas actuaciones de Stroessner en la milicia.

Mayor Virgilio Candia, comandante de la 1ra. DC, y el general Alfredo Stroessner, presidente de la república en un acto oficial de la Caballería en 1955. Nadie preveía que “El Rubio” sigilosamente ya elucubraba una “crisis divisional” con los subalternos en contra del “comandante natural” para desalojar al mismo de la milicia y así descabezar al Ejército Nacional para su irrestricta privatización.

* A finales de la década del ’60, el entreguista impío Tomás Romero Pereira pronunciaría su más célebre frase: “Para ser un buen colorado, hay que ser stroessnerista”.

* Triunfado el autogolpe de Stroessner el 21-XII-55, uno de los principales complotados, Cptán. Andrés Rodríguez, al subir el último escalón hacia el despacho en la comandancia de la Caballería en medio de un indisimulado júbilo -mirando el horizonte y fregándose las cinturas - dijo una profética máxima: “Ko’ápe ñamanda aréta, ha ñande ricopáta” (aquí vamos a gobernar por mucho tiempo y seremos todos muy ricos).

* Hacia finales de la década del ’60, en sus descontraídas arengas a los camaradas, le gustaba a Stroessner recordar los hechos del 4 de mayo del 54, mucho más que el 26 de febrero del 49. El Cnel. Pedro Miers, protagonista de aquella gesta, al respecto siempre le decía: “Por qué usted solo recuerda el 4 de mayo, si nunca hubiese sido posible sin lo ocurrido el 26 de febrero”. Buscando salirse del atolladero, Stroessner solo respondía con una irónica sonrisa.

* En un acontecimiento social hacia finales de la década del ’70, le preguntaron a Pastor Coronel si por qué el Gral. Stroessner le ordenaba ejecutar a casi todos los opositores y él respondió: “A mí él nunca me ordenó matar a los delincuentes, solo me reiteraba que los comunistas no merecen vivir”.

 

 

 

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