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El Polígrafo No Detecta La Irresponsabilidad

Reproducimos un artículo de Alfredo Paz Boccia que refleja como nadie la coyuntura política que actualmente vive el Paraguay:

 

 

 

 

EL POLÍGRAFO NO DETECTA IRRESPONSABILIDAD

 

 

La prensa extranjera ha vuelto a mirar al Paraguay a raíz del estado de excepción. Apenas uno empieza a explicar la situación, viene una pregunta infaltable: ¿Por qué el vicepresidente dice que Lugo no quiere atrapar a los guerrilleros?

Cuestión argel, ésta. Porque requiere una explicación larga. Nadie parece conocer con exactitud el motivo de la enemistad entre ambos.

Explicar la pelea entre Cobos y Cristina Fernández es más fácil: basta remitirse a la crisis del campo. La tirria entre Lugo y Federico es tan antigua que, a esta altura, la causa original ya no importa a casi nadie.

Dos años atrás había pronosticado que Federico no sería un vicepresidente conflictivo como sus antecesores. Sostenía yo que se trataba de una persona seria y que actuaría con la compostura que el cargo exige. Ya lo ve: me equivoqué catastróficamente.

Este culebrón antipático e infantil lleva ya dos años y no parece estar próximo a su fin. Su libreto es monocordemente repetitivo: a un ritmo de cuatro o cinco veces por mes, Lugo ningunea a Federico y luego este se plaguea patéticamente. Lugo no nombra a franquistas en su gobierno. Federico no pierde oportunidad de señalar sus diferencias con Lugo.

El problema radica en que algo que debería ser resuelto en el ámbito restringido del poder se convierte en comidilla mediática que nos avergüenza colectivamente.

Se ha vuelto una rutina irritante que, luego de cada reunión del Consejo de Ministros, exista la versión del vocero oficial y la versión de Federico. Con una tozudez a toda prueba, este considera necesario señalar cada uno de los puntos en los que discrepa con el resto del gabinete.

Federico parece regodearse en dar a conocer detalles del debate que uno supondría pasibles de mayor discreción.

Si Federico se olvidó de algo, lo completa su esposa, la diputada Emilia Alfaro, con una reunión de prensa a la mañana siguiente.

Lo que se espera de un vicepresidente es que no tenga tanto protagonismo.

Estoy seguro de que la mayoría de los lectores no recuerda el nombre del vicepresidente de los Estados Unidos. Se llama Joe Biden, y si se pusiera a criticar cada una de las decisiones de Obama los norteamericanos creerían que se volvió loco.

Algún mandatario de ese país dijo alguna vez que tener un vicepresidente es como dormir con su viuda.

Por eso mismo, aunque se muera de ganas de ocupar el lugar del otro, el vicepresidente debería recordar que la responsabilidad del cargo lo obliga a refrenar sus impulsos.

Lo contrario transmite la imagen de una republiqueta poco seria que provoca sonrisas incrédulas en el exterior.

Federico tampoco parece tener plena conciencia del daño que se provoca a sí mismo y a la alianza política que lo llevó al poder.

En el 2013, la izquierda no volverá a tener a otro Fernando Lugo. Lo lógico sería pensar que la alianza podría continuar, esta vez con un liberal a la cabeza. Que bien podría ser Federico, por ejemplo.

Por eso, ese empeño en hacer todo lo posible por ser odiado por los grupos que apoyan a Lugo es incomprensible.

No debería confiar Federico en los aplausos que recibe de colorados y oviedistas. No serán ellos -encantados con la aparición de un inesperado vocero opositor al interior del poder- los que le darán sus votos en el 2013.

Federico jura sinceridad y hasta pide que lo sometan a la prueba del polígrafo.

No se trata de que mienta o no. Se trata de que la opinión pública está un poco harta de sus caprichos.

Se trata de la responsabilidad que el cargo exige. Y de la vergüenza que todos sentimos.

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