UN HÉROE DE LA COMUNICACIÓN SOCIAL EN PILAR
Gustavo Rodas, desde su humilde hogar
Cuando lo conocí a Gustavo Rodas, era un joven despierto, inquieto y locuaz, tanto, que muchos ya lo percibían petulante. Nada más lejos de la realidad, Gustavo venía de una familia humilde de la periferia de Pilar, un superviviente de las políticas de exclusión y empobrecimiento que por décadas una oligarquía corrupta impuso en Paraguay.
Enjuto, pequeño, pero de corazón y mente grandes, Gustavo buscaba abrirse camino entre los jóvenes rebeldes, allá por el año 2002, cuando empezó a darse a conocer como verborrágico interlocutor. No lo entendíamos bien, pero él buscaba ejercitar y demostrar su intelecto ante ese grupo de opositores resistentes que llevábamos años enfrentando a la hegemonía política de ese momento.
A pesar de los prejuicios, supo ganarse la simpatía de algunos y así lentamente fue demostrando su capacidad comunicativa y sus ganas de servir a los demás. Varias veces lo visité en la casa de su madre, cuando vivía con ella. Noté que prácticamente estaban bajo los cables de alta tensión de la ANDE. En aquel momento le advertí de las graves consecuencias para su salud, y la de su madre, de estar tan cerca de los campos electromagnéticos de dichos cables. Aunque escuchó atentamente, no podía hacer mucho, la humildad en la que vivía no le permitía cambiar fácilmente de lugar. Hasta ahora pienso en que aquéllo le pudo ser muy dañino.
Cuando la oposición, separada, fue derrotada en el 2003, el equipo al que perteneció Gustavo se disgregó, cada uno quedó a su merced, en la lucha por sobrevivir ante otro gobierno más en contra del pueblo. Gustavo dejó temporalmente la actividad comunicativa (que realizaba como vocero político) y se dedicó a tratar de sobrevivir desde los barrios humildes de Pilar. Se llegó a casar y a tener un hermoso bebé, las nuevas responsabilidades le exigían más trabajo. Así, abrió un sencillo taller de electrónica.
El que haya sido un joven rebelde y opositor no fue olvidado por la maquinaria corrupta y autoritaria imperante en esos años. En un hecho confuso, fue denunciado penalmente, una denuncia de lo más falsa que tenía solo el fin de encubrir un castigo político. El pobre de Gustavo terminó como terminan muchos humildes: En un calabozo insalubre. Un humilde joven rebelde encadenado mientras poderosos oligarcas robaban descaradamente sumas siderales en total impunidad.
Eran los años en que Nicanor Duarte Frutos se afianzaba en el poder y lograba conformar una justicia a su medida. Gustavo era el pueblo paraguayo convertido en prisionero de los opresores que se vengaban en la carne y en el espíritu de los más débiles y humildes.
A pesar de la humillación, de la denigración, de la difamación y calumnia que cayeron sobre él, estoico, perseverante y sacrificadamente logró salir de las mazmorras de la iniquidad. No sin antes haber sacrificado mucho de lo que había logrado reunir con su sudor y desvelo para su nueva familia.
No lo encarcelaron más, pero lo condenaron a una postración de miseria y hambre. A pesar de ello, con la ayuda de sus amigos más cercanos, Gustavo siguió perseverando y volvió a recuperarse y regresó a la comunicación, integrándose como reportero de la radio comunitaria Patria Soñada.
Solo pedía una oportunidad para demostrar su entereza, sacrificio y ética en el difícil mundo de la comunicación comunitaria y social. Los años limpiaron su nombre y fama.
Pero cuando Gustavo ascendía en el respeto de la comunidad, una desgracia mayor se abatió sobre él: Una artrosis múltiple empezó a destrozar su cuerpo y su capacidad de moverse. ¿Acaso fueron los cables de alta tensión? Nunca lo sabremos con certeza.
Cada día, cada semana, cada mes, perdía lo que le permitía trabajar: El poder caminar, el poder moverse. Lentamente Gustavo ya no pudo realizar reportes y coberturas. A pesar de todo ello guardaba el más humilde silencio sobre su enfermedad. Lastimosamente llegó el día en que Gustavo Rodas ya no nos pudo dar más reportes diarios desde exteriores. Un silencio enorme y gris se tornó sobre la radio Patria Soñada. Pocos meses después cerrarían la radio, pero la comunidad pilarense la volvería a abrir con protestas y valor.
Todos pensamos que Gustavo había caído en la más absoluta postración. Pero cual Titán invencible, se volvió a presentar en la misión comunicativa. Esta vez era un momento especial, se presentaba un ex obispo como candidato a presidente, algo inaudito en la historia universal. A pesar de sus terribles dolores para moverse, dijo presente! y siguió los pasos del ex obispo por el departamento de Ñeembucú. Pero ello no le bastaría, siguió heroicamente participando del mundo comunicativo, así, no se amilanó ante el gran desafío que se le presentaba: La cobertura de las elecciones generales del año 2008, en Paraguay. Era un momento histórico y Gustavo no quería faltar a su cita con la patria. Se unió al grupo de comunicadores voluntarios que cubrían las elecciones en la ciudad de Pilar. Se encargó de una escuela de votación y si bien no podía recorrer el local, tenía quien fuera sus ojos y oídos.
Gustavo, cual soldado infatigable, encontró todo tipo de dificultades para transmitir sus reportes, a todos hizo frente y a todos venció. Su esfuerzo bien valió la pena, el ex obispo a quien había acompañado antes se volvió presidente del Paraguay, inaugurando una nueva era de esperanzas y vientos democráticos y populares.
Admirado por su sacrificio y heroísmo, lo visité días después. Lo encontré en un humilde cuarto, luchando por vivir y dar sustento a su familia. Su esposa, gran compañera de soles, lágrimas y sonrisas, lo ayudaba en todo. Su niño estaba durmiendo en la humilde cama, en el único cuarto que alquilaban para pervivir. En esa misma pieza tenía todo su equipo informático con el cual había hecho reportes para web's de paraguayos en Nueva York.
Cuando nos vimos, nos abrazamos, unidos en la incontenible alegría de vivir un sueño hecho realidad, el principio de la liberación de la patria. Con admiración en los ojos le dije que era un héroe por lo que había hecho. Con su sencilla sonrisa me dijo que solo hizo lo que le gustaba.
Hablamos de los proyectos futuros, de los nuevos horizontes que se habrían, de abrir más radios comunitarias en Ñeembucú, de que se debía revivir la red de radios del sur (que se conoció como Redsur) Cuando le repetí la idea de nuevas radios comunitarias, me llevó a otro cuarto, húmedo y atiborrado de cables y cajas. Me mostró un transmisor polvoriento en una esquina. ¡Ahí está! repuso, ahí está una futura radio comunitaria!
Respiré profundo y me di cuenta que estaba frente a un prócer anónimo que buscaba apasionadamente la forma de reconstruir la patria destruida, a través de la comunicación radiofónica, social educativa. Lo miré con una amplia sonrisa y supe que ya era tiempo de que Gustavo sea reconocido y admitido por su afán y su nobleza heroica.
Sueño el día en que Gustavo sea conocido en toda su capacidad y servicio. Estoy seguro que así será, porque un héroe de la comunicación social es y será el protagonista de la reconstrucción del Paraguay.
Alejandro Sánchez
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