Mujer Argentina Denuncia Graves Violaciones A Sus Derechos
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Soy Griselda Guadalupe Bonazzola, nací en Santa Fe, Argentina, tengo 52 años y dos hijos mayores de edad, una ya me hizo abuela dos veces y sobrevive conmigo, el otro se fue de casa porque no tengo como mantenerlo. Vivo en Pilar, una pequeña ciudad en la ribera del río Paraguay, en la frontera con las provincias argentinas de Formosa y Chaco.
Mi calvario se inició cuando me casé con un paraguayo en su país, Paraguay, un estado con una tierra hermosa y con gente muy amable, pero sometido a una dictadura de terror que aún continúa, solo que con los disfraces de una supuesta democracia.
Me fui de la Argentina recién llegada la democracia en ese país, pero en Paraguay las cosas eran y son distintas.
Luego de 21 años de matrimonio y fiel respeto, mi ex marido me premió con golpes y patadas. Fue el corolario de una relación tensa y problemática que viví los últimos años de esa unión.
Para mi suerte, recientemente se había promulgado la ley contra la violencia doméstica en Paraguay, mi hija denunció el maltrato del que fui objeto y a partir de ahí una Jueza de Paz (un juzgado de jurisdicción y funciones pequeñas) alivió mi dolor, alejando al agresor de mi hogar. El juicio por violencia doméstica fue categórico, la jueza aún más, el agresor era uno, mi ex marido y sus problemas psiquiátricos quedaron al descubierto. No se quiso someter a tratamiento especializado, así que la relación se volvió imposible.
Mi agresor inició un juicio de divorcio en el año 2004, contesté su demanda pidiendo el divorcio por violencia doméstica el año en que me liberé del sufrimiento sicológico al que estaba sometida por mi ex agresor. También fue el año en que empecé a conocer como mal funciona el poder judicial paraguayo, una institución que no cambió nada desde la dictadura en Paraguay y que en los hechos lo percibo como un régimen autoritario, pasando a sufrir otro tipo de tortura.
Los jueces de la ciudad de Pilar, todos hombres machistas, decidieron jugar conmigo y con mi sufrimiento. Se desentendieron del juicio de divorcio (como Poncio Pilatos) y mi causa se fue a 100 kilómetros de donde sobrevivo, en la ciudad de San Juan Misiones.
Desde que mi ex marido se fue, no tuve acceso a nada de lo que antes era mío, mi puesto de trabajo y mis ganancias, excepto mi casa. Todos mis años de sacrificio me fueron negados. Pero no solo eso, todos los tratados internacionales que Paraguay subscribió, en supuesta defensa de los derechos de la mujer, también me son negados, incluso los derechos que la ley civil paraguaya me concede como mujer.
Años atrás mi salud ya era precaria, sufro varios malestares físicos. A pesar de todo eso, ninguno de los jueces -a excepción de la jueza de Paz- se compadeció de mí y de mi situación de víctima de violencia doméstica.
En Pilar inicié un juicio de prestación de alimentos contra mi ex marido, para que mis hijos, en el momento en que aún eran menores de edad, pudieran seguir estudiando. Luché mucho por ellos, sacrifiqué los pocos ahorros que tenía, en espera de recibir por completo la prestación alimentaria.
El juez del menor, Charles Duré Verza, a cargo de los juicios por alimentos, no quiso dialogar con defensoras de los derechos de la mujer ni quiso saber nada de atender mi demanda de prestación alimentaria. Solo a través de la presión de una organización de derechos humanos, de Pilar, pude lograr que por un corto tiempo hiciera algo parecido a cumplir la ley y a respetarme como mujer.
Cuando quise que mi ex agresor cumpliera completamente con dicha prestación, el citado juez se desentendió del tema. Esto me causó un gran malestar psicológico, que derivó en un malestar físico. Fue una situación especialmente discriminadora contra mí.
No tuve apoyo del estado paraguayo para un tratamiento psicológico de recuperación, mucho menos atención y ayuda para mi recuperación física. Todo lo contrario, a través del poder judicial paraguayo, este estado se dedicó a mofarse de mi condición de mujer y de la violencia doméstica que he sufrido.
Todo ello hizo que mi condición económica se deteriorara, hasta que tuve que cerrar el pequeño negocio que tenía. Ahora subsisto de la solidaridad de mucha gente en Paraguay y de la ayuda de la Contraloría Ciudadana de Pilar, que me permitió seguir mi juicio de divorcio en San Juan Misiones.
Gracias a la ayuda de la abogada Alba Ramirez pude continuar el juicio de divorcio y el muy incidentado juicio de separación de bienes del matrimonio (disolución de la comunidad conyugal)
Pero si en Pilar hay jueces que no valoran los derechos de la mujer, en San Juan Misiones no hay mucha diferencia. El juez Daniel Ayala, como sus pares de Pilar, volvió a negar mis derechos de mujer víctima de violencia doméstica.
Trató mi sufrimiento como simple “vestigio de violencia”, es decir, no le dio importancia a todo lo que me hizo mi ex agresor y que causó la separación del matrimonio en forma irrevocable.
Activistas de derechos humanos me dicen que mi caso ya está marcado por los jueces paraguayos como “a rechazar”, sea ante la instancia que sea. Muchos jueces paraguayos, inflados por el machismo y la violencia legal a la que están acostumbrados a imponer, tienen la norma no escrita de denigrar, humillar, vilipendiar y discriminar sin límites a cualquier mujer que quiera reclamar sus derechos.
Estoy desesperada, mi situación económica es desesperante. Solo con la ayuda de pocos abogados solidarios conmigo he podido apelar las resoluciones discriminadoras sin costos económicos, pero ellos dicen que mi lucha es casi en vano, que la estructura de la dictadura judicial me va a seguir negando mis más elementales derechos de mujer.
Me he dado cuenta que la única forma en que puedo lograr algún derecho es que más organizaciones y personas se solidaricen conmigo, que se manifiesten en ayuda de una mujer oprimida y victimizada por un poder judicial corrupto y machista. Necesito que el maltrato del que sigo siendo víctima se conozca y publicite lo más que se pueda. Por ello es que hago esta manifestación pública, pido que se difunda lo más posible lo que estoy viviendo. Toda la ayuda que me puedan dar será para mí enorme e invalorable.
Si alguien quiere corroborar esto que estoy diciendo o quiere comunicarse conmigo, puede llamar a mi teléfono móvil, que es el 0975 746056 (previo digitado de la característica de Paraguay desde el exterior)
Infinitas Gracias desde ya.
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Judith Ferreira -