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¿Deportes O Guerra?


A invitación de mis vecinos, los Ortiz (gente que apoya el deporte hasta con lo que no tienen) decidí asistir a los partidos de la final del torneo nacional de baloncesto, en el estadio municipal de Pilar. Con mucho sacrificio ellos, como directivos del club América de Pilar, lograron que dicho club llegase a estar entre los mejores del país en el citado deporte, asegurándose ya el puesto de vicecampeón frente al último campeón capitalino, Sol de América (América contra Sol de América, todo en América poética)

 

Todo aquel que estudia al ser humano, sabe que el deporte es fundamental para canalizar la natural agresividad y violencia que todos tenemos. El deporte tiene que ser una fiesta de paz, de sana competencia que una más antes que divida más a los pueblos y a los seres humanos. En el pasado esto era difícil, al punto que partidos de fútbol fueron la excusa ideal para generar guerras, como la de la mal llamada “guerra del fútbol” entre Honduras y el Salvador[i] (dónde el fútbol no fue la causa, sino el detonante final) Debido al interés social marcado en convertir al deporte de competición en una sana recreación, se han creado leyes para asegurar su carácter pacífico y fraterno, como la ley contra la violencia en los estadios, que llega al punto de prohibir carteles o estribillos cantados que sean agresivos e insultantes (no pocos equipos fueron sancionados porque sus hinchadas se dedicaban a insultar, esto en países más desarrollados)

 

Lamentablemente en Paraguay tenemos la mala costumbre de 61 años de no cumplir con las leyes o solo cumplirlas a conveniencia de algunos y malestar de muchos. Es lo que se puede decir de los directivos de la Confederación Paraguaya de Básquetbol, quienes ponen todo el rigor de las leyes y reglamentos para el equipo pilarense, pero demuestran una abierta condescendencia con el equipo y la hinchada de Sol de América.

 

Repasemos, el día 19 de julio de 2008, la noche del primer partido, la fiesta deportiva se aguó por el accionar antisocial de un habitante de Pilar poco amigable, el señor Osvaldo Arréllaga, que utilizando a una joven y desubicada jueza penal de garantías (que no es pilarense) intentó burlar una resolución de la Confederación que le prohibía asistir a los estadios dónde se realizaban los partidos. La resolución es correcta, teniendo en cuenta la conducta agresiva y peligrosa de Arréllaga, pero la confusión que se generó esa noche, en gran medida gracias a la jueza desubicada, retrasó 40 minutos el inicio del partido puso nerviosos a los jugadores del América; que cayeron en su rendimiento deportivo y dejó un amargo sabor de derrota en la comunidad Pilarense al perder su equipo frente al equipo capitalino.

 

Está bien, todos queremos que el deporte sea paz y fiesta, los desubicados deben ser echados y expulsados de los estadios, es lo que indica la ley contra la violencia en los estadios. Pero resulta ser que a la noche siguiente, del día 20 de julio, se llevó a cabo el segundo partido en el mismo estadio y, gran sorpresa, la hinchada del equipo visitante empezó a insultar a los jugadores del equipo pilarense, utilizando palabras irreproducibles para este artículo.

 

¿Y que hicieron los representantes de la Confederación? Nada, todo bien, gracias. ¿Cuál fue el resultado de esta injusticia? Que toda la comunidad pilarense presente en el estadio se sintió agredida y la tensión en el estadio aumentó al punto que empezaron a volar botellas de plástico, lanzadas por niños. El equipo pilarense perdió luego de dos infartantes alargues producidos por constantes empates. La honrosa derrota no molestó tanto como el agrio sentimiento de injusticia, prepotencia y hasta impunidad que ostentaba la hinchada y el equipo capitalino. Este sentimiento se tradujo en algunas botellitas de PEP volando, algo que ni distrajo a los jugadores de Sol de América al final del partido. Pésimo manejo deportivo de la Confederación Paraguay de Básquetbol, incumplimiento manifiesto de la ley y vergüenza nacional por convertir a un sano deporte en un campo de guerra.

 

Marcos Ortiz, directivo del club América, se quejó que en los partidos en Asunción, la hinchada de Sol de América lo trató de “Pilarense hijo de P…” y los de la Confederación ni se inmutaron por esto.  Mientras que en una entrevista que hice a una hincha de Sol de América por poco no se sintió feliz por el recibimiento y ambiente cordial con que  fue recibida en Pilar. ¿Qué gran diferencia verdad? Los pilarenses somos gente educada, cordial y amable. Gente sacrificada y culta. Por eso es que dos pilarenses serán ministros del futuro gobierno. Pilar da a sus mejores hijos para la construcción de un nuevo Paraguay. Merecemos respeto.

 

Pero esta injusticia va más allá de la ocasional rivalidad entre Sol de América y Pilar, esto tiene que ver con nuestra tradicional cultura autoritaria y de manipular las leyes a nuestro antojo. Que triste, por el poco espíritu deportivo de la Confederación Paraguaya de Básquetbol una fiesta deportiva terminó con un clima amargo de guerra y prepotencia.

 

El deporte y la cultura serán claves para recuperar a la juventud paraguaya del estado de postración, tristeza y amargura en la que vive. Será la labor principal del futuro gobierno el establecer una nueva cultura dónde el deporte sea fiesta y no guerra, como hasta ahora deja que sea la citada confederación.

 

Así como actúa la Confederación Paraguaya de Básquetbol, no hay garantías deportivas para el equipo pilarense y sería muy triste que se tenga que recurrir a acciones judiciales para que se haga cumplir la ley contra la violencia en los estadios. Ya es hora de poner fin a las injusticias que siempre reinaron tradicionalmente en Paraguay. Si gana un equipo del interior un torneo de básquetbol, la citada Confederación no irá a la bancarrota. Es hora de que se respete a la gente del interior, no más injusticias y guerra en el deporte, por favor.

 



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