El Nuevo Camino Educativo En Paraguay
Un artículo de mi profesor, que por su importancia debe ser publicado en este blog:
J. Montero Tirado
De las elecciones generales políticas del 20 de abril pasado se pueden estudiar y aprender muchas lecciones. Una de ellas es que la mayor parte de los ciudadanos ha tomado conciencia de su poder, con sólo una herramienta, la del voto. Pudo comprobar que al fin eso funciona.
Fue un voto castigo en contra de la corrupción, en contra del abuso de poder, del asalto impune a las arcas del Estado por parte de grupos instalados en los tres Poderes para el gobierno; un voto de un pueblo cansado de esperar justicia, seguridad y salida de la pobreza, fuertemente motivado por el deseo de cambio.
Los paraguayos interesados por el cambio fueron más que los interesados en la continuidad y lograron su vehemente deseo. ¿Y ahora qué? ¿Esperar pasivamente que el nuevo gobierno resuelva todos los problemas?.
La lección no acaba aquí. Si con sólo el voto la ciudadanía puede desencadenar el movimiento de cambio, ¿qué no podrán hacer los ciudadanos si desarrollan todas sus potencialidades de participación, intervención, control y dinamización de la res pública?
Pero para ello los paraguayos necesitamos una formación y unas competencias cívicas que no poseemos.
Xús Martín y Josep Puig Rovira, hablando de las competencias básicas para educar en valores, analizan tres retos pedagógicos actuales: pasar de la pedagogía de la selección a la pedagogía de inclusión; pasar de una pedagogía monocultural a una pedagogía intercultural y acometer el esfuerzo por construir una ciudadanía activa (2007,13s).
Esta es la clave: construir una ciudadanía activa.
La base de la formación de la ciudadanía activa se construye con la educación, empezando por la educación familiar. La familia enseña vital y experiencialmente a los hijos los derechos y deberes ciudadanos, interpreta para ellos los hechos políticos y explica claramente en la cotidianidad lo que es la sociedad y cuándo y cómo ésta se organiza como ciudadanía. En la microsociedad familiar los hijos aprenden a participar, a colaborar con las funciones y responsabilidades de cada miembro de esa microsociedad, a respetar siempre a los demás, a ser tolerantes y saber dialogar, cooperando todos para el bien común. El estilo de autoridad de los padres y tutores, junto con el modo de convivencia familiar marcan definitivamente el sentido social y político de los hijos aprendices de ciudadanos.
Si las familias no son capaces de educar para la vida social y cívica activas, no inculpemos exclusivamente a los gobiernos de que la cosa pública no marcha. La cosa pública es asunto y responsabilidad que nos incumbe a todos.
La escuela y las instituciones educativas en general están comprometidas con las familias en continuar y profundizar esa educación ciudadana. No se trata de que los educadores profesionales presionen a sus alumnos para que aprendan de memoria un conjunto de conceptos, una descripción de las instituciones, una lista de deberes y un catálogo de derechos de los ciudadanos. La institución educativa es una microsociedad en la que se debe practicar en pequeño lo que queremos que sea la vida de toda la sociedad. La educación cívica no se logra con textos escolares, aislando a los estudiantes en la burbuja escolar, se asimila cuando la escuela o el colegio viven contextualizados e integrados en sus respectivas comunidades educativas y sociales, experimentan y reflexionan sobre la vida que les envuelve, aprenden a interpretar e identificar los logros y los conflictos sociales y aprenden a saber consolidar unos y encontrar soluciones a los otros para la convivencia en paz y armonía.
La educación cívica no acaba en la escolaridad. Es también responsabilidad de los municipios. Los gobiernos municipales pueden y deben encontrar estrategias de formación ciudadana, colaborando recíprocamente con las demás instituciones y recursos de la comunidad municipal: asociaciones, sindicatos, gremios, clubes, Iglesias, comunidades religiosas, movimientos laicos, medios de comunicación social locales, telecentros, etc.
La salud de un pueblo y la esperanza de su futuro están vinculadas directamente a su capacidad de convivir en comunidad con verdadera ciudadanía activa.
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Julieta -
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