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¿Ni Educación Ni Revolución?

Publicado también en Argentina Indymedia

Leyendo el artículo del Profesor Jesús Montero Tirado, un jesuita con décadas de trabajo en la teoría y práctica pedagógica, divulgado el 24 de Noviembre de 2008 en el conservador diario abc color de Paraguay, me percaté de esa tan vigente teoría paradigmática de “reformismo o revolución”. Mi querido profesor expuso una amarga queja por el rechazo que los senadores retardatarios del Congreso 2008-2013 hicieron a un crédito internacional para modernizar logísticamente a la educación paraguaya; es decir, para construir escuelas, aulas y obtener los más modernos instrumentos de educación: Computadoras e instalaciones para conexión a internet y otros medios de comunicación, además de otras inversiones educativas.

 

Existe la postura “científica” de que las revoluciones no existen, como si la toma de la Bastilla y la abolición de la nobleza en la Francia del siglo XVIII hayan sido la simple y llana continuidad de lo mismo. Así también con la revolución bolchevique de 1918 en Rusia o la de Cuba en 1959. En el mundo de las doctrinas científicas Thomas Khun fue el que determinó hasta qué punto pueden ir las ciencias en sus grandes cambios.

 

En realidad, toda la era moderna; desde la máquina a vapor; no ha sido más que pura revolución. La humanidad ha avanzado en su conocimiento de la realidad mucho más de lo que lo hizo en los cinco mil años de historia escrita que pudimos conservar (no sabemos si es mucho más que eso) La última gran revolución ha sido la de la Internet, que cambió el devenir de  la humanidad en tan solo 15 años; como sucedió en España que con simples mensajes de SMS por celular en pocos días se modificó el resultado, por encuestas, de las elecciones generales de 2004, luego del crimen del 11-M. Vivimos en tiempos revolucionarios, la cuestión es hacia dónde nos lleva esa revolución.

 

Por ahora, la ciencia nos muestra que la “revolución moderna” nos está catapultando a un precipicio sin fin llamado “Catástrofe climática y ecológica” con una mentalidad, cultura, economía y estructura social que sobre explota los recursos del planeta hasta su rápido agotamiento, calculado para el 2030, fecha en que literalmente ya no habrá peces, ni árboles ni clima benigno alguno para agricultura alguna. A partir de tal año solo la extinción de la vida en el planeta es lo que quedará, acelerada por seguras guerras nucleares.

 

Paraguay sencillamente está atrapado en ese paradigma de destrucción absoluta, no por el azar, fue parte de un plan elaborado en la antes conocida “”Escuela de las Américas” en el año 1953, bajo una distorcionada doctrina Monroe de EE.UU. Luego le continuaría el Consenso de Washington, que finalmente sucumbiría hasta en EE.UU. en setiembre de 2008, por la gran crisis financiera.

 

Ell pueblo paraguayo, en su limitado conocimiento de toda esta crisis, se decidió por el cambio con Fernando Lugo, en el año ya citado, además de una mezcla de políticos de corrientes nuevas como de las tradicionales (pero opositoras a la hegemonía neofascista de 61 años) Lugo, en su afán de cambio, propone activar lo que se llama “Democracia Participativa” una idea venida del liberalismo popperiano o liberalismo progresista (conocido también como “liberalismo de izquierda” en la retrógrada nomenclatura politológica, antecesor del igualitarismo liberal de John Rawls)  la democracia participativa no  viene del socialismo del siglo XXI como un imaginativo compueblano mío propugna. La “Democracia Participativa” es un ideario liberal, no originalmente socialista, aunque el socialismo en latinoamérica lo está adoptando, lo cual da cuenta de lo compleja y diversa que es la dinámica ideológica y politológica en la Patria Grande de Bolivar y San Martín, algo muy positivo. Por ello es que la democracia participativa fue puesta como un fundamento del Estado Paraguayo en la Constitución de 1992. Las organizaciones sociales y ciudadanas (desde el ecologismo es difícil hacer distinción entre ambas) tomaron de buena gana la propuesta de Fernando Lugo, no así las corrientes elitistas del pasado político autoritario, que sigue aún vigente en el poder judicial y muchas otras instituciones y que son mayoría en el Senado cuando suman mezquindades.

 

El Prof. Montero Tirado, así como muchos otros pensadores paraguayos, apelan al consenso para superar tal situación. ¿Cómo lograr el consenso entre quienes se aferran al pasado elitista, exlcuyente y autoritario y entre los que luchan por un proceso democratizador, incluyente e igualitarista? Es como querer lograr un acuerdo entre el ladrón y su víctima. La lucha o dialéctica de intereses sociales, antes mal conocida como “lucha de clases”, es una dinámica inevitable, insuperable muchas veces. Quizás hoy es más fácil llegar a acuerdos en base al conocimiento científico basado en un paradigma válido para toda la humanidad. Pero jamás se va a llegar a acuerdo alguno con quienes niegan tal conocimiento por defender un estilo de vida basado en beneficiarse de la exclusión, la miseria y la destrucción de la naturaleza.

 

Entonces queda el camino que ya el padre de la democracia, Jean Jeacques Rosseau, había determinado al hablar de la “Voluntad General”, el interés general debe primar sobre los intereses mezquinos y particulares y como estamos en una Democracia Participativa, la imposición de la voluntad general debe estar a cargo de las organizaciones sociales y ciudadanas, de un amplio frente social y popular.

 

El mundo está viviendo una nueva fase de la revolución actual, una que se dirige a superar las graves asimetrías y contradicciones de la modernidad; posiblemente superando la propia modernidad. Paraguay hace décadas que está fuera de esta corriente, está atrasado. Es hora de que se una a esta revolución por un futuro sostenible y sin destrucción total de los recursos del planeta. Desde el pueblo organizado, desde los que constituimos la soberanía y el único y verdadero poder democrático, debemos luchar por ello.

 

Pedagogos y pensadores como el Prof. Montero Tirado pueden ayudar a  clarificar este camino de cambios revolucionarios que ineludiblemente no se lograrán con consensos con los que se atan al pasado sin futuro; salvo que se opere un milagro, pero los milagros son raros. También está la idea de supervivencia política, nadie querrá morir políticamente ante la presión masiva de la ciudadanía y ya se está por entrar en otro nuevo año electoral (así es la democracia, una permanente elección) Es cuestión de que nos organicemos para hacer el cambio, el verdadero cambio en la educación; base de toda revolución y futuro. Está en el pueblo, en nosotros.

 

 

Abogado Alejandro Sánchez

Activista de Derechos Humanos y Ecologista

 

 

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