Momento Sociopolítico Según La Analista Milda Rivarola
Milda Rivarola.
Definitivamente, el Paraguay de hoy ya no es el que era. Un viaje desde Yuty o Valenzuela hasta Fernando de la Mora obliga a preguntarse qué del ancestral país se ha conservado en el que hoy habitamos. La arquitectura, el paisaje, la gente, casi todo cambió. Estas urbes parecen hablar de tiempos y espacios radicalmente distintos.
La magnitud de esas transformaciones -ocurridas en dos décadas- es inmensa, como bien observaron el politólogo A. Vial y el geógrafo F. Vázquez. La concentración de propiedad persiste, pero ese viejo país de inmensas estancias y pequeños minifundios está siendo sustituido por otro de silos y sojales, sesameros y horticultores, frigoríficos e industrias lácteas, cooperativas y bancos privados. Y de emigrantes, de muchos pobres emigrantes.
Con bastante retraso, la población es hoy más urbana que rural. Apenas se ven ya carretas o caballos en el interior: se mudaron como carros de recicladores a las grandes urbes. Un insólito enjambre de motos liberó de su secular atadura al terruño -a un pesado costo en accidentes- a millares de personas: cuatro de cada diez hogares cuenta con estos medios de transportes. Los celulares y cybers hicieron lo suyo para comunicar poblaciones rurales aisladas.
Si se traslada la vista a las instituciones políticas, estos cambios aún buscan su correlato. Ciertamente, la transición "desempoderó" al actor dominante desde la Guerra del Chaco, el Ejército, en claro beneficio de los partidos. Nadie, en su sano juicio, esperaría hoy un golpe desde Campo Grande, como temieron razonablemente varias generaciones de nuestros antepasados.
Los partidos gobiernan, pero siguen siendo los mismos y hacen política casi de la misma manera. Si ya no llevan forzadamente gente para las revoluciones, los operadores "reclutan" electores basados en medios coactivos tan ilegales como aquellos. Desde el Marzo paraguayo, como sostiene M. Lacchi, resurgieron los partidos ideológicos -Unace, PPQ, PPS, P-Mas y una infinidad de formaciones nuevas de izquierda-, pero el gran juego político, es decir, el parlamentario, sigue dominado por colorados y liberales como hace 120 años.
LOS PARTIDOS. Esta inercia partidaria tiene duros efectos. Pese a la altísima tasa de afiliación, los partidos siguen siendo las "organizaciones menos confiables" para cuatro de cada cinco paraguayos. Siete de cada diez adolescentes -educados con lineamientos cívicos de la Reforma Educativa- justificarían una dictadura si esta solucionara problemas básicos. Y sin la costosísima intermediación de los operadores, nuestra tasa de abstención electoral treparía alegremente a más del 50%.
Los cambios no ocurridos en el sistema se patentizan en el incumplimiento de funciones clásicas de los partidos, en su falta de modernidad. Evidentemente compiten por el control del Estado, pero allí se acaba la lista de tareas cumplidas. Si además les corresponde representar intereses de una parte de la sociedad y agregarlos (llevarlos a niveles más generales, articular intereses mayores); se hace bien arduo discernir qué intereses, o intereses de qué sectores, representan cada uno de los actuales.
En lo que hace a implementar políticas, desde el poder, para satisfacer los intereses que representaban, la evaluación no mejora demasiado. Basta ver cómo votaron por la postergación del IRP todos los partidos parlamentarios cuando estaban en la oposición, y a favor de aplicarla apenas asumieron el poder. O los mecanismos de acción directa que grupos estratégicos deben emplear -desde los tractorazos de sojeros hasta las ocupaciones y cierres de ruta de campesinos- cuando quieren expresar sus reivindicaciones sectoriales.
Y ¿reclutan dirigencia política, otra función partidaria por antonomasia? Ninguno de ellos cuenta con algo que pueda entenderse como una escuela de formación de líderes. A falta de lideres propios, convocantes, desde el fin de la dictadura los partidos han buscado a última hora militares, empresarios y obispos para ofrecerlos como presidenciables a la ciudadanía.
Si les toca también legitimar el sistema democrático, tras un coyuntural repunte en el 2008, Paraguay vuelve a mostrar en todos los indicadores del Latinobarómetro -Apoyo a la democracia, Satisfacción con la democracia, Democracia Churchiliana, No puede haber democracia sin Congreso nacional o sin Partidos- valores muy por debajo del promedio latinoamericano, y próximos a la de Guatemala y Honduras.
Las administraciones de los partidos deploran cuánto les cuenta "movilizar ciudadanía" en marchas o manifestaciones, para cumplir esa otra clásica función partidaria. La falencia en "crear cultura política e incidir sobre la opinión pública" es quizá la más grave. Las asociaciones políticas carecen de Think tanks o intelectuales orgánicos, sus idearios siguen siendo los de hace medio siglo, y el debate entre Estado de bienestar o liberal, sobre modelos de desarrollo, lógicas tributarias o principios políticos, se redujo hace tiempo al intercambio de acusaciones personales entre líderes.
LO QUE QUEDA. ¿Cómo se moderniza ese espectro político cada vez más anacrónico? Las reformas legales juegan lo suyo, pero a estar por la normativa sobre el voto directo, sus efectos son de doble filo. Los sistemas partidarios se reforman internamente, o no se reforman. Algún partido se aggiorna primero, o se suma otro nuevo y diferente -con peso electoral- al sistema, y los otros cambian "por añadidura", cediendo ante las fuerzas internas de todo sistema competitivo.
Hubo tentativas en ese sentido, ciertamente las hubo, en las últimas dos décadas. Pero hasta ahora no pudieron llevarnos a buen puerto. Nacen y mueren en un estallido de fuegos de artificio, tras uno o dos periodos parlamentarios. Nuevos partidos, con propuestas radicalmente distintas, "real politik obliga", terminan remedando a los viejos.
Quedan dos años, con suerte, hay todavía treinta meses de tiempo. Ojalá nuestro sistema partidario aproveche esta alternancia política -históricamente excepcional para el país- para cumplir la tarea de cambio que tiene pendiente. Ojalá los tiempos -el socioeconómico y el político- empiecen a acordarse este año, en este tiempo tan paradigmático del Paraguay.
*Politóloga
La transición "desempoderó" al actor dominante desde la Guerra del Chaco, el Ejército.
Evidentemente los partidos compiten por el control del Estado, pero allí se acaba la lista.