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LOS ACHE Y SU DRAMA DE NUNCA ACABAR

“Nuestros padres nos abandonaron cuando atropellaron la comunidad”

“Vivíamos tranquilos en el monte. Comíamos frutas, animales silvestres y miel, pero un día los paraguayos nos asaltaron y nuestros padres nos abandonaron en medio de las balaceras. Los matones nos recogían y nos regalaban. En el suelo quedaban los muertos”. Este es el dramático relato del nativo aché Ricardo Tatugui. Hoy, Día del Indígena Americano, será para él un momento para el reclamo: Que las autoridades definan la situación de una propiedad que fue comprada para los indígenas, pero está a nombre de un particular.


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Los aché marcharon ayer hasta el Parlamento para hacerse escuchar.

En las décadas de los ’50 y ’60, los aché eran considerados “temibles y salvajes”. Se organizaban cuadrillas de matones para asaltar su territorio, que para ellos era el monte, aquella selva donde encontraban todo lo que necesitaban para comer y protegerse de los fenómenos naturales.

Las incursiones de los paraguayos eran sangrientas. Si bien los nativos conocían el monte como la palma de su mano, los matones eran más ingeniosos y hacían prevalecer sus poderosas armas: escopetas, fusiles y rifles, que no perdonaban.

Cada atropello dejaba muertos, heridos y numerosos huerfanitos. Y no era para menos. El que no huía al sonar de los disparos quedaba tendido en el suelo. Este episodio se registraba en regiones de Caaguazú, Caazapá o Canindeyú, franja territorial que recorrían los aché, pero al mismo tiempo constituía la obsesión de los futuros hacendados y madereros, quienes, al desalojarlos de los montes, ya no tendrían problemas para depredar y criar sus ganados.

Ricardo Tatugui

“Vivíamos tranquilos en la selva. Comíamos yva (fruta), bichos (animales silvestres) y eíra (miel), pero un día los paraguayos asaltaron la comunidad y nuestros padres nos abandonaron. Los matones nos recogieron y nos regalaron. En el suelo quedaban los muertos y los ensangrentados”, relata Tatugui cuando recuerda aquellos atropellos.

El nativo contó, como los otros niños, que lloraba del susto. No entendía lo que pasaba, hasta que uno de los extraños lo llevó en carreta. “Me regalaron a una familia de apellido Fernández, de Bella Vista. Todo el día lloraba. No entendía lo que pasaba. Sus hijos intentaban calmarme. El tiempo pasaba, pero nunca se me borró aquella escena”, indicó. Agregó que un día, siendo ya joven, fue ocupado para realizar un mandado y se encontró con otro aché que le comentó que se había formado una colonia (Chupapou) y no dudó en escaparse e ir con su gente.

Roberto Achipura es otro de los aché arrebatados del monte. “A mí me regalaron a una familia uruguaya. Creo que la señora se llamaba Elisa Oviedo. Fueron momentos muy difíciles. Era un niño (señalaba con su mano unos 80 centímetros que era su altura). Pasé mucha tristeza. También abandoné esa familia cuando me enteré de que se formaba Chupapou”, afirmó.

Roberto Achipura

Estos nativos, al igual que otros 50 indígenas de la misma etnia, se encuentran hoy frente al Instituto Paraguayo del Indígena para reclamar definición sobre una propiedad que se compró para los aché, pero que está a nombre de un particular.

Ayer marcharon hasta el Congreso, como una antesala al Día del Indígena Americano, que se recuerda hoy. Cansados de las autoridades incapaces para defender sus intereses, pedirán a los legisladores que se apruebe una ley para dar en dación de pago a un particular otra propiedad para que este les ceda la finca N° 12, que está a su nombre, pero fue comprada en 1993 para los nativos.


 


 

 

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