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Cuando los Pobres Son Los Que Más Sufren Por Falsarios que Usan Sus Luchas

Un caso emblemático de cómo la mafia organizada condena a los pobres a lo peor, incluso a aquéllos que forman parte de las fuerzas represivas. Ser policía también es ser humano. Por eso, la lucha es pacifista y solo por el pacifismo, que está plenamente expresado en el Amor del Cristo Revolucionario de la Teología de la Vida, la mejor ideología revolucionaria que llevó a Fernando Lugo a la presidencia de Paraguay y que está ahí, disponible para quien quiera ser un lider más popular que los líderes y las lideresas tradicionales.

 

 

VÍCTOR MARTÍNEZ, UN CASO DE MANUAL

Por Alfredo Boccia


Opinión

Es casi seguro que el nombre Víctor Manuel Martínez no le diga nada. Que nadie lo recuerde ha sido el sino de esta historia desde su comienzo. Y eso, pese a haber sido el protagonista más desdichado de sucesos que mantuvieron en vilo a la sociedad durante semanas. Víctor tiene 24 años y es uno de los dos suboficiales de policía heridos al activarse la bomba dejada por los secuestradores en la camioneta de Fidel Zavala.

Víctor tuvo menos suerte que su compañero; las esquirlas que se incrustaron en su cráneo le produjeron lesiones devastadoras. La última información que se publicó sobre él fue que, luego de dos cirugías, los médicos de Emergencias Médicas habían logrado salvarle la vida. Nada más. Desde entonces, hace más de dos meses, ha sido olvidado por la prensa.

Tampoco logró ser noticia esta semana, aunque lo hubiera merecido. El pasado miércoles abandonó la terapia intensiva de un sanatorio capitalino después de más de 120 días de internación y fue trasladado a una sala común del Hospital de Policía. Ni siquiera el propio Víctor se enteró de la novedad. No puede hacerlo. Aunque a veces abre los ojos y mantiene la mirada fija, su estado neurológico impide que se comunique con quienes le rodean.

Víctor vive, pero en estado semivegetativo. Respira gracias a una traqueostomía, se alimenta a través de una gastrostomía y requiere una sonda vesical. No puede moverse y su cuerpo está rígido, en postura espástica. Su evolución estuvo jalonada por complicaciones infecciosas. Es probable que esa sea la constante durante la larga, costosa e incierta hospitalización que requerirá su proceso de recuperación. Excepto la vida, queda poco en común entre aquel joven inexperto y entusiasta que el pasado octubre, al abrir la puerta de un vehículo abandonado, activó un artefacto explosivo y este hombre inválido de pronóstico sombrío. Víctor vive, pero su proyecto de vida también ha sido acribillado de agujeros negros.

La familia de Víctor es tan pobre como él. No podrán tener en su humilde casa un enfermo que requiere cuidados constantes. Víctor jamás lo sabrá, pero es el vértice de una contradicción absurda. Él es tanto o más pobre que aquellos compatriotas a los que el EPP quiere sacar de su condición oprimida a través de la violencia. Es en nombre de los pobres como Víctor, que secuestran a los ricos. El dinero del rescate, lo dice el manual de la guerrilla, servirá para armar al pueblo e iniciar la revolución popular. Pero la mirada fija e impersonal de Víctor no encaja en esta explicación. Víctor es, de acuerdo al manual, un efecto colateral indeseado de la violencia libertaria. Víctor no debería ser pobre. La bomba estaba montada para que explote cuando se acerque un agente de la represión. Un jerarca de la seguridad, algún símbolo enemigo, un terrateniente explotador. Pero no, tuvo que ser Víctor el que activara la trampa "cazabobos". Eso, Víctor es un bobo. Las esquirlas de la revolución que le volaron el cráneo no estaban destinadas a él. Víctor es una contradicción de la cual el EPP jamás hablará.

Tampoco habla Víctor. No lo puede hacer. Tampoco sabrá jamás que es la víctima inesperada de un grupo de asesinos cobardes y mesiánicos que se arrogan el derecho de hablar totalitariamente en nombre del pueblo pobre. Víctor también es un hijo de esa parte desheredada de la patria. Solo que, por esas cosas del destino, sus libertadores lo confinaron a una cama por lo que le queda de vida. A esos miserables ni siquiera su manual, que todo lo explica, los salvará algún día de pagar lo que le han hecho a Víctor.

 

 

 

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