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Informaciones y Reflexiones Sobre Educación Paraguaya

Hace Falta Una Profunda Revisión Educativa en Paraguay y Latinoamérica

"La educación básica debe formar ciudadanía"

 

"La educación en América Latina necesita una revisión en profundidad, y que se desmonten conceptos establecidos por políticas educativas reduccionistas", planteó la pedagoga y lingüista ecuatoriana Rosa María Torres, durante una conferencia en la que presentó 12 tesis para el cambio educativo.

Estas propuestas forman parte de un libro que recoge el resultado de una investigación que llevó a cabo a pedido de la organización Fe y Alegría Internacional.

La pedagoga explicó que es necesario dejar de hablar únicamente de políticas escolares y entender la educación como algo que va más allá del ámbito de la escuela, donde la comunidad y la familia tengan un papel destacado.

Añadió que es necesario que la educación básica se plantee como educación ciudadana, que genere una población consciente de sus derechos y sus obligaciones, que participe en la vida comunitaria y se sienta responsable de los destinos del país, que cuide su propia salud y el medio que lo rodea.

Sostuvo que la educación, debe partir de la realidad, del contexto, para que realmente sea un instrumento de desarrollo.

CUESTIONAMIENTOS. El informe presentado por la autora critica la tendencia dominante de la educación en América Latina, que responde a una corriente de pensamiento económico y político que ha rebajado sus expectativas al "alivio de la pobreza" en vez de plantear una lucha eficaz a favor del desarrollo de los pueblos.

"En cuanto a la educación, se ha pasado de pedir una educación de calidad para todos a lo largo de toda la vida a pedir, únicamente, la educación primaria universal como techo en sus aspiraciones", afirmó.

También señaló la necesidad de cambiar la actual estructura económica y política y el paso de una ayuda internacional a una auténtica cooperación internacional entre el Norte y el Sur.

¿Ni Educación Ni Revolución?

Publicado también en Argentina Indymedia

Leyendo el artículo del Profesor Jesús Montero Tirado, un jesuita con décadas de trabajo en la teoría y práctica pedagógica, divulgado el 24 de Noviembre de 2008 en el conservador diario abc color de Paraguay, me percaté de esa tan vigente teoría paradigmática de “reformismo o revolución”. Mi querido profesor expuso una amarga queja por el rechazo que los senadores retardatarios del Congreso 2008-2013 hicieron a un crédito internacional para modernizar logísticamente a la educación paraguaya; es decir, para construir escuelas, aulas y obtener los más modernos instrumentos de educación: Computadoras e instalaciones para conexión a internet y otros medios de comunicación, además de otras inversiones educativas.

 

Existe la postura “científica” de que las revoluciones no existen, como si la toma de la Bastilla y la abolición de la nobleza en la Francia del siglo XVIII hayan sido la simple y llana continuidad de lo mismo. Así también con la revolución bolchevique de 1918 en Rusia o la de Cuba en 1959. En el mundo de las doctrinas científicas Thomas Khun fue el que determinó hasta qué punto pueden ir las ciencias en sus grandes cambios.

 

En realidad, toda la era moderna; desde la máquina a vapor; no ha sido más que pura revolución. La humanidad ha avanzado en su conocimiento de la realidad mucho más de lo que lo hizo en los cinco mil años de historia escrita que pudimos conservar (no sabemos si es mucho más que eso) La última gran revolución ha sido la de la Internet, que cambió el devenir de  la humanidad en tan solo 15 años; como sucedió en España que con simples mensajes de SMS por celular en pocos días se modificó el resultado, por encuestas, de las elecciones generales de 2004, luego del crimen del 11-M. Vivimos en tiempos revolucionarios, la cuestión es hacia dónde nos lleva esa revolución.

 

Por ahora, la ciencia nos muestra que la “revolución moderna” nos está catapultando a un precipicio sin fin llamado “Catástrofe climática y ecológica” con una mentalidad, cultura, economía y estructura social que sobre explota los recursos del planeta hasta su rápido agotamiento, calculado para el 2030, fecha en que literalmente ya no habrá peces, ni árboles ni clima benigno alguno para agricultura alguna. A partir de tal año solo la extinción de la vida en el planeta es lo que quedará, acelerada por seguras guerras nucleares.

 

Paraguay sencillamente está atrapado en ese paradigma de destrucción absoluta, no por el azar, fue parte de un plan elaborado en la antes conocida “”Escuela de las Américas” en el año 1953, bajo una distorcionada doctrina Monroe de EE.UU. Luego le continuaría el Consenso de Washington, que finalmente sucumbiría hasta en EE.UU. en setiembre de 2008, por la gran crisis financiera.

 

Ell pueblo paraguayo, en su limitado conocimiento de toda esta crisis, se decidió por el cambio con Fernando Lugo, en el año ya citado, además de una mezcla de políticos de corrientes nuevas como de las tradicionales (pero opositoras a la hegemonía neofascista de 61 años) Lugo, en su afán de cambio, propone activar lo que se llama “Democracia Participativa” una idea venida del liberalismo popperiano o liberalismo progresista (conocido también como “liberalismo de izquierda” en la retrógrada nomenclatura politológica, antecesor del igualitarismo liberal de John Rawls)  la democracia participativa no  viene del socialismo del siglo XXI como un imaginativo compueblano mío propugna. La “Democracia Participativa” es un ideario liberal, no originalmente socialista, aunque el socialismo en latinoamérica lo está adoptando, lo cual da cuenta de lo compleja y diversa que es la dinámica ideológica y politológica en la Patria Grande de Bolivar y San Martín, algo muy positivo. Por ello es que la democracia participativa fue puesta como un fundamento del Estado Paraguayo en la Constitución de 1992. Las organizaciones sociales y ciudadanas (desde el ecologismo es difícil hacer distinción entre ambas) tomaron de buena gana la propuesta de Fernando Lugo, no así las corrientes elitistas del pasado político autoritario, que sigue aún vigente en el poder judicial y muchas otras instituciones y que son mayoría en el Senado cuando suman mezquindades.

 

El Prof. Montero Tirado, así como muchos otros pensadores paraguayos, apelan al consenso para superar tal situación. ¿Cómo lograr el consenso entre quienes se aferran al pasado elitista, exlcuyente y autoritario y entre los que luchan por un proceso democratizador, incluyente e igualitarista? Es como querer lograr un acuerdo entre el ladrón y su víctima. La lucha o dialéctica de intereses sociales, antes mal conocida como “lucha de clases”, es una dinámica inevitable, insuperable muchas veces. Quizás hoy es más fácil llegar a acuerdos en base al conocimiento científico basado en un paradigma válido para toda la humanidad. Pero jamás se va a llegar a acuerdo alguno con quienes niegan tal conocimiento por defender un estilo de vida basado en beneficiarse de la exclusión, la miseria y la destrucción de la naturaleza.

 

Entonces queda el camino que ya el padre de la democracia, Jean Jeacques Rosseau, había determinado al hablar de la “Voluntad General”, el interés general debe primar sobre los intereses mezquinos y particulares y como estamos en una Democracia Participativa, la imposición de la voluntad general debe estar a cargo de las organizaciones sociales y ciudadanas, de un amplio frente social y popular.

 

El mundo está viviendo una nueva fase de la revolución actual, una que se dirige a superar las graves asimetrías y contradicciones de la modernidad; posiblemente superando la propia modernidad. Paraguay hace décadas que está fuera de esta corriente, está atrasado. Es hora de que se una a esta revolución por un futuro sostenible y sin destrucción total de los recursos del planeta. Desde el pueblo organizado, desde los que constituimos la soberanía y el único y verdadero poder democrático, debemos luchar por ello.

 

Pedagogos y pensadores como el Prof. Montero Tirado pueden ayudar a  clarificar este camino de cambios revolucionarios que ineludiblemente no se lograrán con consensos con los que se atan al pasado sin futuro; salvo que se opere un milagro, pero los milagros son raros. También está la idea de supervivencia política, nadie querrá morir políticamente ante la presión masiva de la ciudadanía y ya se está por entrar en otro nuevo año electoral (así es la democracia, una permanente elección) Es cuestión de que nos organicemos para hacer el cambio, el verdadero cambio en la educación; base de toda revolución y futuro. Está en el pueblo, en nosotros.

 

 

Abogado Alejandro Sánchez

Activista de Derechos Humanos y Ecologista

 

 

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El Nuevo Camino Educativo En Paraguay

Un artículo de mi profesor, que por su importancia debe ser publicado en este blog:

 

Construir Ciudadanía Activa

 

J. Montero Tirado

De las elecciones generales políticas del 20 de abril pasado se pueden estudiar y aprender muchas lecciones. Una de ellas es que la mayor parte de los ciudadanos ha tomado conciencia de su poder, con sólo una herramienta, la del voto. Pudo comprobar que al fin eso funciona.
 
Fue un voto castigo en contra de la corrupción, en contra del abuso de poder, del asalto impune a las arcas del Estado por parte de grupos instalados en los tres Poderes para el  gobierno; un voto de un pueblo cansado de esperar justicia, seguridad y salida de la pobreza, fuertemente motivado por el deseo de cambio.

Los paraguayos interesados por el cambio fueron más que los interesados en la continuidad y lograron su vehemente deseo. ¿Y ahora qué? ¿Esperar pasivamente que el nuevo gobierno resuelva todos los problemas?.

La lección no acaba aquí. Si con sólo el voto la ciudadanía puede desencadenar el movimiento de cambio, ¿qué no podrán hacer los ciudadanos si desarrollan todas sus potencialidades de participación, intervención, control y dinamización de la res pública?
Pero para ello los paraguayos necesitamos una formación y unas competencias cívicas que no poseemos.

Xús Martín y Josep Puig Rovira, hablando de las competencias básicas para educar en valores, analizan tres retos pedagógicos actuales: pasar de la pedagogía de la selección a la pedagogía de inclusión; pasar de una pedagogía monocultural a una pedagogía intercultural y acometer el esfuerzo por construir una ciudadanía activa (2007,13s).
Esta es la clave: construir una ciudadanía activa.

La base de la formación de la ciudadanía activa se construye con la educación, empezando por la educación familiar. La familia enseña vital y experiencialmente a los hijos los derechos y deberes ciudadanos, interpreta para ellos los hechos políticos y explica claramente en la cotidianidad lo que es la sociedad y cuándo y cómo ésta se organiza como ciudadanía. En la microsociedad familiar los hijos aprenden a participar, a colaborar con las funciones y responsabilidades de cada miembro de esa microsociedad, a respetar siempre a los demás, a ser tolerantes y saber dialogar, cooperando todos para el bien común. El estilo de autoridad de los padres y tutores, junto con el modo de convivencia familiar marcan definitivamente el sentido social y político de los hijos aprendices de ciudadanos.

Si las familias no son capaces de educar para la vida social y cívica activas, no inculpemos exclusivamente a los gobiernos de que la cosa pública no marcha. La cosa pública es asunto y responsabilidad que nos incumbe a todos.
La escuela y las instituciones educativas en general están comprometidas con las familias en continuar y profundizar esa educación ciudadana. No se trata  de que los educadores profesionales presionen a sus alumnos para que aprendan de memoria un conjunto de conceptos, una descripción de las instituciones, una lista de deberes y un catálogo de derechos de los ciudadanos. La institución educativa es una microsociedad en la que se debe practicar en pequeño lo que queremos que sea la vida de toda la sociedad. La educación cívica no se logra con textos escolares, aislando a los estudiantes en la burbuja escolar, se asimila cuando la escuela o el colegio viven contextualizados e integrados en sus respectivas comunidades educativas y sociales, experimentan y reflexionan sobre la vida que les envuelve, aprenden a interpretar e identificar los logros y los conflictos sociales y aprenden a saber consolidar unos y encontrar soluciones a los otros para la convivencia en paz y armonía.

La educación cívica no acaba en la escolaridad. Es también responsabilidad de los municipios. Los gobiernos municipales pueden y deben encontrar estrategias de formación ciudadana, colaborando recíprocamente con las demás instituciones y recursos de la comunidad municipal: asociaciones, sindicatos, gremios, clubes, Iglesias, comunidades religiosas, movimientos laicos,  medios de comunicación social locales, telecentros, etc.

La salud de un pueblo y la esperanza de su futuro están vinculadas directamente a su capacidad de convivir en comunidad con verdadera ciudadanía activa.