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No Es Agronegocio, Es Agrogenocidio

Llegó la Hora de Llamar A Las Cosas Por Su Nombre

No es Agronegocio, Es Agrogenocido

 

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Protesta frente al parlamento paraguayo de los envenenadores

 

 

 

Confinados, empobrecidos, reducidos, empujados al abismo de la extinción étnica y cultural, el pueblo guaraní en Paraguay empezó a tomar pequeñas medidas de fuerza para tratar de sobrevivir. No se trata de superposición de títulos entre el INDI y unos oscuros colonos brasileños, no se trata de solo ocupar las tierras que ancestralmente les pertenecen, no se trata solo de ser agricultores, SE TRATA DE QUE  NO DESAPARESCAN COMO NACIÒN

 

Nosotros, sus primos hermanos mestizos, que orgullosamente invocamos la “garra guaraní” en los partidos de fútbol de la albirroja, desde siempre los hemos traicionado, pero más los hemos condenado al matadero desde que abrimos las puertas a la revolución verde que desde el norte nos vendieron como espejitos de “modernidad”

 

Esa modernidad llegó con tractores que echaban humo como demonios y rugían como mil jaguaretés (yaguaretés) y con afilados dientes iban brutalmente descuartizando las selvas, los montes, destrozando árboles, desmembrando a los karaja (karayá) y borrando de las mañanas a los floridos gua’a. Llegó entonces el bandeirante paulista, el nuevo Aña Guazu (añá guazú) que con prepotente portugués altanero gritaba “Eu so amigo do General Stroessner” y así procedía a echar de sus tierras a los guardianes del Ñandereta Guazu (ñanderetá guazú)

 

Hasta que en los 1990’s acabaron con el 80% de las selvas. El Paraguay de las Selvas, el Ñu Guazu, se perdió para siempre. En su lugar kilómetros y kilómetros de sojales envenenados se convertían en el nuevo desierto verde lleno de muerte y glifosato.

 

Entonces las comunidades guaraníes quedaron atrapadas en pequeñas islas del pasado, siempre engañados por los Karai de turno, siempre manipulados por los gobiernos de ese entonces.

 

La desnutrición, las enfermedades y la muerte masiva diezmaron más y más a las pocas comunidades que intentaban no perder su identidad, no dejar de soñar en la Tierra Sin Mal.

 

Hoy el agronegocio no solo los está matando a ellos, sino que está matando a toda la población, expulsando campesinos, poniendo enormes maquinarias para cosechar y sembrar lo que antes era vida para cientos de seres humanos. En las ciudades las enfermedades como el cáncer, la tiroiditis e inmunodeficiencias alcanzan niveles extraordinarios de afectados, índices sospechosamente proporcionales al uso indiscriminado de agroquímicos.

 

Los feudos de los cereales, oleaginosas y ganados, logran imponer leyes y sanciones a su gusto y paladar, poniendo y quitando parlamentarios cuando se les da la gana, porque ellos concentran toda la riqueza del país, uno de los países más injustos, desiguales y miserables del planeta. Así no solo logran crear leyes según sus intereses, sino que son capaces de amenazar con derrocar a un gobierno electo democráticamente. Se pavonean orgullosos, en sus ferias, mostrando todo el derroche y desprecio que puedan mostrar contra la naturaleza y los aborígenes. En esas ferias el guaraní está prohibido y el castellano es despreciado, el idioma obligatorio es el portugués y la bandera más admirada es la brasileña.

 

El Paraguay no vale nada para ellos, mucho menos el pueblo paraguayo, mayoritariamente humilde.

 

Tan prepotentes, tan soberbios, que hasta desprecian los cientos de miles de informes científicos que dan cuenta que el agronegocio destruye los suelos, aniquila el régimen de lluvia y contribuye enormemente al Calentamiento Global con sus agroquímicos llenos de óxidos nitrosos.

 

Ecológica, etnológica y socialmente hablando, el modelo agroexportador configura claramente una conducta típica de GENOCIDIO. Destruye suelos, envenena cuencas hídricas, elimina biodiversidad fomentando enfermedades epidémicas y arrasa con selvas nativas; las únicas ideales para el secuestro de carbono excesivo.

 

El resultado es la muerte de no pocos miembros de las sociedades afectadas, lo cual es nefasto para las comunidades indígenas; que ya están al borde de la extinción por causa de su escaso desarrollo poblacional. Además se generalizan una serie de enfermedades que van diezmando a las poblaciones, eliminando su riqueza genética y perturbando el desarrollo hormonal de los seres vivos, incluidos los seres humanos (feminización de las poblaciones)

 

No se trata de una simple postura ideológica, como tanto pregonan los perifoneros de los señores de los agrotóxicos y feudos ganaderos, se trata de miles de estudios científicos.

 

Por tanto, ante el nuevo ataque con agrotóxicos que sufrió la comunidad Avá Guaraní, se hace necesario, urgente y apremiante denunciar de una buena vez  al uso de agrotóxicos como un verdadero acto de genocidio.

 

Pero como en Paraguay las instituciones democráticas son muy débiles, sobre todo el Poder Judicial, con una jurisprudencia irregular y según la cara del cliente, se hace necesario llamar a la conformación de un Comité Internacional Sobre Los Abusos del Agronegocio y los Agrotóxicos contra las poblaciones indígenas y campesinas.  Para que de una vez sean los criterios técnicos, científicos y sociológicos los que prevalezcan sobre los simples egoísmos irracionales sustentandos en dogmatismos fanáticos e sectariamente ideologizados.

El gobierno del Fernando Lugo está en una situación de desventaja frente a la maquinaria de muerte de los Señores del Agrogenocidio, de allí que un comité internacional serviría para de una buena vez poner en el banquillo de los acusados a los asesinos del modelo agroexportador.

 

Es urgente que los movimientos sociales promuevan la conformación de este comité internacional. Para que ya se detenta a este nuevo Holocausto lento.

 

 

Abogado Alejandro Sánchez

Pacifista y Ecologista Revolucionario

Ciudadano Comunicador

 

 

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